Instrucciones

1. Pelar los dientes de ajo. Después, usar un cuchillo afilado para picar finamente la cebolla y los dientes de ajo, procurando que los trozos sean pequeños para que se cocinen de manera uniforme.
2. Calienta una sartén a fuego medio-alto y vierte aproximadamente dos cucharadas de aceite de oliva. Espera unos segundos a que el aceite se caliente un poco.
3. Con cuidado, agrega la cebolla y el ajo picados a la sartén. Revuelve constantemente con una cuchara de madera para evitar que se peguen a la sartén.
4. Cuando la cebolla se vea transparente y el ajo ligeramente dorado, significa que están bien sofritos. Este paso suele tomar alrededor de 5 minutos.
5. Ahora, agrega a la sartén el tomate triturado. Si tienes tomates frescos, puedes triturarlos tú mismo con una batidora antes de añadirlos.
6. Sazona la mezcla con sal y pimienta al gusto. Luego, espolvorea con orégano y albahaca fresca picada. No te excedas con las especias; es mejor ir añadiendo de poco en poco y probar.
7. Baja el fuego a medio-bajo y deja que la salsa se cocine lentamente. Este paso es importante porque permite que los sabores se fusionen bien.
8. Mientras la salsa se cocina, remuévela de vez en cuando con la cuchara de madera para prevenir que se pegue al fondo de la sartén y se queme.
9. Después de 30 minutos de cocción, la salsa debería haberse reducido un poco y tener una consistencia más espesa. Prueba la salsa y ajusta el sazonado si es necesario.
10. Retira la sartén del fuego y deja que la salsa se enfríe a temperatura ambiente. Es importante dejarla enfriar antes de usarla como base para tu pizza, para evitar que la masa se cocine por el calor de la salsa.
11. Una vez fría, la salsa está lista para ser usada en tu pizza favorita. Extiéndela uniformemente sobre la masa, dejando un pequeño borde en los extremos sin salsa.